Jesús y la oración versículos

¿Rezaba Jesús 5 veces al día?

Y cuando oréis, no seáis como los hipócritas. Porque les gusta estar de pie y orar en las sinagogas y en las esquinas de las calles, para ser vistos por los demás. En verdad os digo que ya tienen su recompensa. Pero tú, cuando ores, entra en tu habitación, cierra la puerta y ora a tu Padre, que está en lo secreto. Y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará. Y cuando oréis, no amontonéis frases vacías, como hacen los gentiles, que piensan que serán escuchados por sus muchas palabras. No seáis como ellos, porque vuestro Padre sabe lo que necesitáis antes de que se lo pidáis. Leer más

La oración era un pilar de la piedad judía. La oración pública, rezada en voz alta por la mañana, por la tarde y por la noche, era habitual. A la hora fijada para la oración, los judíos piadosos dejaban lo que estaban haciendo y rezaban, algunos discretamente, pero otros con pretenciosa ostentación. Jesús no condenaba toda oración pública, como indican sus propias oraciones en público (por ejemplo, Mt. 14:19; 15:36). La motivación interna de cada uno es la preocupación central. Aunque la oración pública tiene valor, la oración completamente alejada de la vista del público permite a una persona (o grupo) centrarse más exclusivamente en Dios.

¿Qué dijo Jesús sobre la oración?

Resumen. Jesús enseñó: “Cuando ores, no seas como los hipócritas, pues a ellos les gusta orar de pie en las sinagogas y en las esquinas de las calles para ser vistos por los hombres… sino que cuando ores, entra en tu habitación, cierra la puerta y ora a tu Padre que no se ve.”

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¿Qué dos cosas nos enseñó Jesús sobre la oración?

Jesús enseñó a sus discípulos a rezar. Dijo que algunas personas rezan sólo para que otros las vean rezar. Jesús enseñó que debemos hacer nuestras oraciones personales donde podamos estar solos, si es posible. Dijo que algunas personas dicen las mismas palabras una y otra vez cuando oran.

Jesús rezó toda la noche

Señor, ¡cuántos son mis enemigos! Muchos se levantan contra mí;2 muchos dicen de mi alma: “No hay salvación para él en Dios”. Selah3 Pero tú, Señor, eres mi escudo, mi gloria y el que levanta mi cabeza.4 Clamé en voz alta al Señor, y él me respondió desde su santo monte. Selah5 Me acosté y dormí; me desperté de nuevo, porque el Señor me sostuvo.6 No temeré a los miles de personas que se han levantado contra mí por todas partes.7 ¡Levántate, Señor! ¡Sálvame, Dios mío! Porque tú golpeas a todos mis enemigos en la mejilla; rompes los dientes de los malvados.8 ¡La salvación es del Señor; tu bendición sea sobre tu pueblo! Salmo 3

Dietrich Bonhoeffer llama al Salterio “el libro de oraciones de la Biblia”. Expone maravillosamente cómo podemos leer los Salmos principalmente como las oraciones de Jesús-sólo con Jesús ora David y así es para nosotros. Bonhoeffer dice,

“Si Cristo nos acompaña en la oración que Cristo reza, si se nos permite rezar esta oración con Cristo, en cuyo camino hacia Dios nosotros también somos conducidos y por quien se nos enseña a rezar, entonces somos liberados del tormento de estar sin oración. Y eso es lo que quiere Jesucristo; quiere rezar con nosotros. Oramos junto con la oración de Cristo y por eso podemos estar seguros y alegres de que Dios nos escucha”[1].

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Jesús fue a la montaña a orar

“Así pues, orad: Padre nuestro que estás en los cielos,santificado sea tu nombre.Venga a nosotros tu reino. Hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.Danos hoy nuestro pan de cada día.Y perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores.Y no nos dejes caer en la tentación, mas líbranos del mal: Tuyo es el reino, el poder y la gloria por los siglos de los siglos. Amén.”

“Y aconteció que como ocho días después de estas palabras, tomó a Pedro, a Juan y a Jacobo, y subió a un monte a orar; y mientras oraba, se mudó el aspecto de su rostro, y sus vestidos se hicieron blancos y resplandecientes.”

“Y les dijo: Cuando oréis, decid: Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre. Venga a nosotros tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra. El pan nuestro de cada día, dánoslo cada día; y perdona nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a todos los que nos deben. Y no nos dejes caer en la tentación, mas líbranos del mal”.

Jesús se retiró a orar

Las oraciones de Jesús nos permiten comprender su naturaleza, su corazón y su misión en la tierra. Las oraciones de Jesús también nos informan y nos animan en nuestra propia vida de oración. Mucho más importante que dónde oró, cuándo oró y en qué posición oró, es el hecho de que oró. El tema de sus oraciones es instructivo para todos nosotros.

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La oración fue una parte integral del tiempo de Jesús en la tierra, y Él oraba regularmente: “Jesús se retiraba a menudo a lugares solitarios y oraba” (Lucas 5:16). Si para el Hijo encarnado era necesario estar en comunión con el Padre con frecuencia, ¿cuánto más lo necesitamos nosotros? Jesús se enfrentó a persecuciones, pruebas, angustias y sufrimientos físicos. Sin un acceso regular y continuo al trono de Dios, seguramente esos acontecimientos le habrían resultado insoportables. De la misma manera, los cristianos no debemos descuidar “acercarnos confiadamente al trono de la gracia de Dios, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro” (Hebreos 4:16).

Lo que a menudo se denomina “Padre Nuestro” es, en realidad, un instrumento de enseñanza de Cristo que forma parte de su Sermón de la Montaña (Mateo 6:9-13). En este modelo de oración, Jesús nos enseña a dirigirnos a Dios como “Padre nuestro”; a santificar su nombre; a pedir su voluntad; y a pedir la provisión diaria, el perdón y la protección espiritual.

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