¿Cuántas veces se mencionan los aceites esenciales en la Biblia?
Karin Opitz-Kreher dirige su propia consulta de bienestar especializada en la reducción del estrés y la armonización. Formada en Aura-Soma, Aura-Soma Bodywork y reflexología podal, desde 2013 también incorpora los conocimientos tradicionales de los aceites esenciales en su práctica y enseña sobre ellos en talleres. Vive en Alemania.
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Los 12 aceites curativos de la Biblia – Dios siempre cuida de nosotros. Incluso cuando nos molesta la enfermedad. Los aceites esenciales curativos son un regalo de Dios que podemos utilizar para sanar y mejorar nuestra salud. Las propiedades curativas de estos 12 aceites son ya muy conocidas. Pero ¿sabías que se han utilizado durante miles de años y que se mencionan en la Biblia? La mención de estos aceites curativos en la Santa Biblia no es una coincidencia. Dios quiere que los usemos. Porque son sanadores naturales. Sin efectos secundarios o compuestos dañinos. Veamos los 12 aceites curativos de la Biblia.
Incienso – este aceite esencial se menciona con mayor frecuencia en la Biblia. Y fue utilizado por nuestros ancestros para numerosos propósitos. Por ejemplo: se utilizaba en los altares, como perfume, moneda, en los rituales y fue uno de los regalos de los Reyes Magos para el niño Jesucristo.
Aloe Vera – este aceite esencial es muy popular porque fue utilizado como ungüento para Jesucristo, después de su crucifixión. También se utilizó en la curación, como incienso y como perfume. El Aloe Vera sigue siendo una gran planta curativa en nuestros días. Y se puede encontrar en muchos productos de belleza y curación.
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La Biblia está llena de referencias a aceites, especias y bálsamos y a los comerciantes que los vendían, intercambiaban y utilizaban. Son fascinantes y nos permiten echar un vistazo al antiguo mundo de la medicina.
En su nivel más básico, estos aceites están formados por una sustancia natural única conocida como “terpeno”. Se dice que estos compuestos -ya sean monoterpenos o sesquiterpenos- tienen poderosas propiedades curativas. Aunque ninguna de estas afirmaciones está verificada en la comunidad médica actual, el uso de estos aceites a lo largo de la historia y según consta en las Escrituras hace que merezca la pena explorarlos.
La comprensión molecular actual de los monoterpenos y sesquiterpenos revela que cada uno de ellos está compuesto por átomos de carbono y átomos de hidrógeno. El mono tiene diez átomos de carbono y dieciséis de hidrógeno, mientras que el sesqui tiene quince de carbono y veinticuatro de hidrógeno. Pesan respectivamente 136 amu y 204 amu (amu es una unidad de masa atómica).
Se dice que estas estructuras tienen capacidades muy específicas y a menudo son consideradas por el establecimiento médico alternativo como capaces de restaurar en nosotros “la imagen de Dios”. En otras palabras, a menudo se les considera la medicina de Dios. Esto se debe a que se dice que los monoterpenos reprograman la información celular corrupta, mientras que se dice que los sesquiterpenos desprograman y eliminan este ADN malo.
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Los aceites esenciales han sido una parte integral de la vida diaria de las personas durante miles de años. En la Biblia se mencionan al menos 33 aceites esenciales específicos y plantas aromáticas productoras de aceite, y la palabra “incienso” se menciona 68 veces en las Escrituras. El Salmo 45:7-8, Proverbios 27:9, Isaías 61:3 y Hebreos 1:9 hacen referencia a los aceites de alguna manera, como en “el aceite de la alegría” y “el aceite de la felicidad”, y hablan de cómo los aceites “alegran el corazón”.
Los aceites esenciales también se mencionan en la Biblia como fragancias, olores, ungüentos, aromas, perfumes y sabores dulces. En total, hay más de 600 referencias a los aceites esenciales y/o a las plantas aromáticas de las que se extraen en la Biblia.
El incienso es el rey de los aceites. Se utilizaba como componente principal del incienso sagrado, como medicina y como moneda de cambio y, por supuesto, como regalo de los reyes magos al niño Jesús. De hecho, en el momento del nacimiento de Jesús, tanto el incienso como la mirra podían valer más que su peso en el tercer regalo: el oro.